El Arzobispo de Toledo, Mons. Francisco Cerro Chaves, ha dirigido una carta a los fieles de las 23 parroquias que integran los arciprestazgos de Belvís de la Jara y de Puente del Azobispo, con ocasión de la visita pastoral que ha comenzado a esta zona de la Archidiócesis «que aglutina gran parte del suroeste de la provincia de Toledo, en el cruce de las comarcas de la Jara, la campana de Oropesa y los aledaños de la ciudad de Talavera».
Don Francisco comienza su escrito manifestando su alegría por el hecho de «poder acercarme en estos dos meses y medio en que transcurrirá la visita pastoral a conocer vuestras comunidades cristianas, vuestras gentes y costumbres, en uno de los entornos más hermosos de nuestro territorio». Además, «la fecha elegida para esta visita –dice– nos permitirá descubrir en todo esplendor el magnífico espectáculo que la naturaleza nos ofrecerá en vuestros campos, montes y valles, como un admirable reflejo de la belleza del Creador».
Seguidamente, el Primado explica que «los arciprestazgos de Belvís y Puente están organizados en veinticuatro parroquias con algunas pedanías, y acogen a unos diecisiete mil habitantes. Se trata de una de las zonas que más han sufrido la progresiva despoblación y en la que muchos municipios históricos asisten al desgaste generacional de nuestro tiempo».
Justicia con el patrimonio rural
«Somos testigos, en esta época –añade– del reto que supone la concentración urbana, a la vez que reivindicamos la justicia distributiva para que, en medio de las profundas desigualdades del territorio nacional, no se deje de atender la riqueza que supone el patrimonio rural e histórico de estas comunidades».
Recuerda a continuación el arzobispo primado que «a pesar de la crisis de natalidad y de la emigración de las nuevas generaciones, vuestros pueblos son baluartes de tradiciones inmemoriales que siguen congregando en ciertos momentos del año la evocación de las raíces culturales y religiosas de muchísimos hombres y mujeres que tienen allí su cuna. Es por esto que me alegrará profundamente asistir a algunas de las fiestas patronales que, a lo largo de los meses de mayo y junio, se desarrollan en esta porción del pueblo de Dios».
Ahora bien, «la religiosidad popular debe ser el testimonio vivo de ‘la fe de nuestros mayores”’ que, bien vivida, sigue siendo un freno importante a los vientos secularizadores que todavía corren por la vieja Europa. Cuidad esos momentos, en toda su calidez y trascendencia espiritual, para que sigan poniendo en el centro de la vida de vuestras parroquias los rostros de Jesús y María como los grandes iconos en los que mirarse y descubrirse en la dignidad infinita que Dios ha querido regalar al ser humano ofreciéndole su libertad y su vocación a la felicidad eterna.»
Seguidamente don Francisco explica a los fieles de los citados arciprestazgos que «la visita pastoral del Obispo quiere ser una ocasión de comunión y de gracia para todos. Se trata de la visita oficial e institucional que cada Pastor diocesano debe realizar a sus comunidades parroquiales en un tiempo prudencial. Suelo decir que tiene dos dimensiones, una “ad intra” y otra “ad extra” de la Iglesia. Hacia dentro, la visita pastoral toma un poco el pulso a la vida eclesial en una cierta porción territorial de la Iglesia local».
«Para ello –añade– son momentos claves los encuentros con aquellos que colaboran estrechamente en la misión activa de la parroquia. En la triple dimensión que constituye el obrar de los discípulos de Jesús: celebrar la fe, transmitir la fe y acreditar con la caridad los frutos de la fe. La misa estacional es el momento central en el que cada comunidad parroquial se reunirá con el Obispo para dar gracias a Dios y pedir por la vida sobrenatural de todos. Los momentos de oración y alabanza a la Trinidad nos recordarán que nuestro amor a Dios se conjuga siempre en la glorificación del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que quieren que tengamos vida y vida en abundancia si vivimos unidos a Dios».
Se detiene, además, el Sr. Arzobispo para recordar que «muy importantes también serán las reuniones organizadas con los grupos de catequistas, primeros colaboradores del párroco en la transmisión de la fe a las nuevas generaciones, quienes contando siempre con las familias, Iglesia doméstica, tienen una de las responsabilidades más importantes en el Pueblo de Dios. Y, por supuesto, el conocimiento de toda la actividad caritativa y asistencial que se realiza en orden a la atención de los más frágiles y desvalidos es el sello que verifica que la fe no se desconecta de la vida, elemento especialmente característico del Evangelio de Jesucristo».
Servir mejor
Según explica el Primado, «cada parroquia tiene una fisionomía propia, en la que el párroco asistido por su consejo de pastoral discierne cuáles son las prioridades, en comunión con la Iglesia diocesana, en las que poner el acento para servir mejor a los hombres en sus necesidades espirituales. En este año sacerdotal, a todos os pido que tengáis en cuenta las nuevas necesidades que los sacerdotes tienen ante el envejecimiento progresivo y las posibles nue vas soledades con que se encuentran en su tarea pastoral».
A continuación, don Francisco recuerda que «la segunda dimensión de la visita pastoral es esa mirada “hacia fuera” que nos invita a tender puentes de colaboración con todas las instituciones que trabajan por el bien común». En este sentido, «la visita institucional a las autoridades locales, el acercamiento a centros educativos y asistenciales, junto a la incursión en las preocupaciones del mundo del trabajo, son momentos cruciales en los que verificar que la Iglesia siempre ha querido servir a cada persona y a la comunidad en general, llevan do la riqueza de la tradición espiritual que hemos recibido del Señor, construyendo esa “civilización del amor” que es la expansión del Amor del Resucitado».
«Espero –concluye– que los encuentros de estos días sirvan para el conocimiento recíproco, del pueblo y el pastor. Disfruto enormemente de cada ocasión en la que puedo estar con vosotros, y pido al Señor que nos conceda, en estos días, renovar nuestra fe, aglutinar en la comunión eclesial nuestras parroquias, y lanzarnos con ánimo renovado a vivir con esperanza y caridad este tiempo apasionante en el que nos ha tocado vivir la única vida que tendremos para hacer el bien y sembrar la paz de Cristo».
El texto completo de la carta del Arzobispo de Toledo está disponible en este enlace.