La Catedral Primada ha acogido, en la tarde de este lunes 14 de julio, los actos conmemorativos con motivo del centenario del nacimiento de quien fuera arzobispo de Toledo desde 1996 a 2002, el cardenal don Francisco Álvarez Martínez, natural de Asturias; su nacimiento fue el 14 de julio de 1925 y fallecía en Madrid en enero de 2022.
Los actos conmemorativos han contado con una conferencia impartida por el canónigo don Juan Miguel Ferrer, quien ejerció como rector del Seminario Mayor “San Ildenso” durante el pontificado del difunto cardenal. Seguidamente, a las 8 de la tarde, tenía lugar la concelebración eucarística de acción de gracias por los 100 años del nacimiento de Mons. Álvarez y que ha sido presidida por el arzobispo de Toledo, Mons. Francisco Cerro Chaves, quien estuvo acompañado por el obispo auxiliar, Mons. Francisco César García Magán y por los obispos eméritos de Segovia y Albacete, Mons. Ángel Rubio Castro y Mons. Ángel Fernández Collado, respectivamente. También, junto a los miembros del cabildo catedralicio y otros sacerdotes, se unían en este Misa miembros de la familia del finado, además de personas que forman parte del instituto secular “Ignis Ardens”.
Pontificado breve pero intenso
Mons. Cerro, al comienzo de su homilía, ponderaba la magnífica conferencia impartida por don Juan Miguel Ferrer “que ha sido magnífica y que casi no se puede decir más”; igualmente subrayaba que el pontificado de su predecesor fue “breve pero intenso”.
Entre las pautas que el Arzobispo de Toledo ha glosado acerca del pontificado de Mons. Francisco Álvarez ha destacado su insistencia en la personalidad del propio arzobispo difunto “siendo él mismo”. En este sentido ha apuntado que “no trató de ser ni don Marcelo dos, ni quiso ser una persona imitando lo que otros han hecho, sino que él sabe que lo ha elegido la Iglesia para ser don Francisco y que era lo que, en esos momentos, la Iglesia necesitaba“.
Otra de las características que Mons. Cerro destacaba del cardenal Álvarez ha sido “la simplicidad y la sencillez de un Pastor” que “hizo lo que tenía que hacer en ese momento (…) lo hizo en la armonía de su amor a la Iglesia, a Jesucristo y al Papa“.
Concluía el Primado su homilía recordando que don Francisco Álvarez “fue fiel al momento que le toca vivir (…) sabiéndose adaptar y saber vivirlo, rodeándose de gente que le ayuda”. Igualmente ha abundado: “Fue un hombre humilde, pero no acomplejado”.
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