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Cristóbal Bargueño en la fachada principal de la iglesia parroquial de Esquivias

Cristóbal Bargueño, futuro diácono permanente: “Cuando seguimos el sueño de Dios en nuestra vida, encontramos la felicidad verdadera”

JuanF Pacheco

El pasado 31 de octubre, los primeros cinco candidatos al diaconado permanente fueron admitidos para recibir el sacramento. Se trata del grupo de los primeros diáconos permanentes que formarán parte de la comunidad diocesana de la archidiócesis de Toledo.

Estos cinco varones reciben posteriormente los ministerios del lectorado y acolitado, previamente a la ordenación como diáconos. Uno de los candidatos, Cristóbal Bargueño de la Plaza (Esquivias, 1967) recibía, el pasado 5 de diciembre en la parroquia de su localidad natal, el ministerio del lectorado.

En esta entrevista, Cristóbal relata su experiencia de fe y servicio a la comunidad parroquial y diocesana, subrayando “que ha sido mirado con misericordia por el Señor para el servicio del diaconado permanente”.

 

Pregunta: ¿Quién es Cristóbal Bargueño? ¿Cómo se presenta ante los lectores del portal web de la Archidiócesis de Toledo?

Respuesta: Lo primero que me viene a la mente ante estas preguntas es repetir una contestación que hizo el Papa Francisco a alguien que le preguntaba lo mismo y que yo hago mía: en primer lugar, decir que soy un pecador a quien el Señor miró con misericordia. Soy de Esquivias, lugar cervantino pues en su parroquia contrajo matrimonio Miguel de Cervantes con Catalina de Salazar. Hace 25 años, el día 30 de agosto de 1996, contraje matrimonio con Encarna, mi esposa, compañera de camino en la vida y para mí verdadera testigo de Jesús. El Señor nos ha bendecido con dos hijas. Soy funcionario de la Administración de Justicia.

Vivo y celebro la fe en  la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de Esquivias, mi referencia en la fe y donde la comparto en comunidad. Colaboro en la liturgia, en la catequesis llevando un grupo de confirmación y vida ascendente y visito a los enfermos. Pero la fecha más importante para mí en mi vida es el día 1 de octubre de 1967 pues ese día fui hecho hijo de Dios por el bautismo y miembro de su Iglesia, en mi querida parroquia de Esquivias.

 

 

 

P: ¿Cómo surge la vocación al diaconado permanente?

R: En mi caminar por la vida he sentido que el sueño de Dios que tenía preparado para mí, en mi existencia es la llamada al ministerio diaconal dentro de otra llamada suya: el matrimonio. Ser diácono permanente es una vocación, una llamada de Dios a ser imagen de Cristo Siervo en medio de la Iglesia y del mundo. Es una vocación que surge en la Iglesia y cuando te llega percibes que tu vida cambia, se transforma desde tu propia pobreza e imperfección al transparentar al Señor al servicio de los demás desde la “lógica del abajamiento de Jesús”.

 

P: ¿Pero cómo comienza a manifestarse esta inquietud en su vida?

R: Yo diría que desde muy pronto en mi vida he tenido la percepción de que Dios me estaba llamando. He de decir que he sido un auténtico privilegiado por el Señor: unos padres, una familia, un párroco, un pueblo, personas que me he encontrado a lo largo de mi vida que me han transmitido y me siguen transmitiendo la alegría del Evangelio desde su fe con obras y palabras.

Ante esta inquietud, ya desde muy temprana edad estuve en el seminario menor de una Congregación Religiosa, los Padres Josefininos de Murialdo, un auténtico regalo porque me educaron en la acción de gracias a Dios y en llevar nuestra fe a la vida desde su lema “hacer y callar”. Pero descubrí que la vida religiosa no era mi llamada. También estuve en el seminario diocesano de Madrid, otro regalo del Señor, y también vislumbré que tampoco el sacerdocio era mi llamada.

Fue al encontrarme con Encarna, mi esposa, cuando descubrí que el proyecto del Señor sobre mi vida era su seguimiento en la vida matrimonial y familiar. Encarna y yo, con nuestro matrimonio cristiano, pusimos al Señor en medio de nuestras vidas y nuestro proyecto conyugal. Por la fe en Él nos comprometimos en nuestra parroquia, en el trabajo, en la sociedad. Dios nos concedió el regalo de la vida de nuestras dos hijas. Sin embargo, aún resonaba en mí una llamada del Señor en lo más profundo de mi ser que no lograba descifrar. Fue un día, hablando con un compañero de trabajo, cuando me comentó que se estaba preparando al diaconado permanente. Me dio información y documentación sobre dicha vocación eclesial.

Una vez informado sobre el ministerio diaconal, comprendí y entendí que el Señor me estaba llamando a dicha vocación.

 

Cristóbal, junto a Mons. Francisco Cerro y su familia, el pasado 5 de diciembre

 

P: ¿Cómo lo planteó a su familia y qué sucede posteriormente?

R:  Lo que sí puedo subrayar es que en todo momento de este caminar hacia el diaconado permanente, Encarna y yo hemos sentido muy de cerca la presencia constante y amorosa del Espíritu del Señor, del Espíritu Santo que nos transmitía fuerza, esperanza, ayuda, alegría, paz, serenidad, etc.

Era una nueva llamada dentro de la llamada matrimonial. Después de rezarlo ante el Señor y meditarlo se lo manifesté a Encarna, mi esposa, que me comprendió, apoyó y entendió desde el primer momento. Después se lo expresamos a nuestro querido párroco D. Vicente que nos expuso que en la archidiócesis de Toledo no estaba instituido el ministerio del diaconado permanente, por lo que los tres nos fuimos a dialogar y poner en conocimiento de nuestro Arzobispo, D. Braulio Rodríguez Plaza. Era el año 2012 y D. Braulio nos recibió como padre que atiende, comprende, escucha y dialoga con sus hijos. Nos manifestó que también él se había planteado la instauración del diaconado permanente en la archidiócesis y que ante tal situación debía iniciar un proceso de preparación y discernimiento a nivel diocesano; mientras tanto me invitó a terminar mis estudios, en este caso la Diplomatura en Ciencias Religiosas.

Posteriormente, en 2014 Encarna, mi esposa, sufre una grave enfermedad. Todo se tambalea en mi existencia, entro en desconsuelo (desconsuelo significa “sin suelo”), todo se me queda en el aire…Durante la estancia de Encarna en la UCI en el hospital, mi habitación muchas veces era la capilla. Mi frase al entrar en la capilla era: “¿Por qué Señor?”; así una y otra jornada…hasta que un día la vista me llevó directamente al crucifijo de la capilla y me dije: ¿cómo puedo estar haciendo esa pregunta al Señor?, ¡qué injusto soy!, el Señor está aquí, padeciendo con Encarna, sufriendo conmigo, dándonos a todos fuerza, consuelo y sobre todo mucho amor. Desde ese día mi pregunta no fue un: “¿por qué?”; sino un “¿para qué Señor?”.

 

P: ¿Fue el período de convalecencia de su esposa, en el hospital, la señal inequívoca de su vocación al servicio diaconal en la Iglesia?

R: Totalmente. Durante este periodo se dio la confirmación de la vocación al diaconado en mí. Viendo en el hospital a todos los enfermos, tantas personas sufrientes, tantas personas en soledad, comprendí que el Señor me estaba esperando allí para servirle. Que “tocando la carne de Cristo” en el pobre, en el marginado, en el enfermo, en el alejado, en el que se siente solo, en todas las periferias existenciales, te encuentras y entras en comunión con el mismo Señor.

Gracias a Dios Encarna se recuperó, a pesar de algunas secuelas y fue cuando volvimos a hablar con D. Braulio que nos envió a prepararnos a la comunidad diaconal de la archidiócesis de Madrid, mientras el proceso de instauración al diaconado permanente se realizaba. La comunidad diaconal de Madrid, fue y es para Encarna y para mí una comunidad de hermanos en la que fuimos acogidos, apoyados, formados y sobre todo se nos transmitió lo que es el diaconado permanente en obras y palabras. Una vez instaurado el diaconado permanente en Toledo nos incorporamos al proceso formativo en nuestra querida Archidiócesis.

 

Momento de la celebración eucarística en que Cristóbal recibe el ministerio del lectorado.

 

P:  ¿Qué va a suponer este nuevo cometido en su vida personal y familiar?

R: Supondrá un paso muy importante en mi vida, en mi caminar en la fe y en mis relaciones con los demás: familia, trabajo, sociedad, etc. El diácono permanente es un ministro de la Iglesia que ha recibido el grado inferior del sacramento del Orden.

El diácono permanente por su ordenación realizada por el ministerio del Obispo a través de la imposición de manos y la invocación al Espíritu Santo, recibe un sacramento que le configura a Cristo Siervo. A partir de ese momento todo lo que hace, toda su vida, todo su ser queda configurado a Cristo que se hace siervo de todos. La esencia, el ser de un diácono permanente es ser siervo; diácono significa servidor. Es ser imagen del Señor siervo en todos los aspectos de su vida: con su familia, en su trabajo, en la sociedad y en su ministerio pastoral.

El diácono permanente es una persona ordenada en medio del mundo, es un signo del servicio de Cristo en medio de la sociedad. El diaconado es el ministerio de la cotidianidad del servicio las veinticuatro horas del día.

 

P: ¿Y cómo han recibido esta noticia su esposa, hijas y demás familiares?

R: Encarna, mi esposa, desde el primer momento, me ha apoyado en la nueva llamada que el Señor me hacía al ministerio diaconal, sabiendo que también le concernía en su vida matrimonial. Mi llamada, para Encarna, se comprende desde el sacramento del matrimonio, en el que nos entregamos en totalidad uno para el otro. Desde ahí su sí que siempre me ha dado para seguir el camino del seguimiento a Cristo diácono. Un sí lleno de comprensión, generosidad, acogida, y sobre todo fe.

Un aspecto importante, antes de mi ordenación como diácono, será obtener el consentimiento de mi esposa Encarna, pues para ordenarme la Iglesia, como buena madre que es, pedirá su autorización. La esposa del diácono permanente tiene un papel fundamental en la aceptación de la ordenación diaconal y posterior ministerio diaconal; distinguiéndose con ello por su comprensión, generosidad, servicio y, sobre todo, por su fe.

En cuanto a mis hijas, también me apoyan y sostienen. Desde el principio del proceso las hemos hecho partícipes en nuestro camino hacia el diaconado permanente y de la nueva dimensión que se vivirá en nuestra familia con el diaconado. Evidentemente de pequeñas participaban de forma diferente a ahora que se encuentran en la adolescencia e incluso saliendo de ella. Encarna y yo les hemos explicado que como diácono seguiré estando a su lado, que seré su mismo padre, con el mismo amor hacia ellas y hacia su madre, con mi mismo trabajo. Seré la misma persona, pero habiendo respondido afirmativamente a una llamada del Señor que me pone al servicio de la Iglesia y de los demás hermanos y hermanas.

El resto de familiares me han tenido presente en sus oraciones, me han acompañado y comprendido. Para ellos el diaconado permanente es la traducción de Jesús que ayuda y sirve a todos. También mi opción es compartida y llevada a la oración por amigos y compañeros de trabajo a los cuales les expliqué qué es el ministerio diaconal.

 

Cristóbal Bargueño proclama la Palabra de Dios en su parroquia de Esquivias.

 

P: ¿Considera válida y necesaria la dedicación diaconal hoy en día en la Iglesia diocesana?

R: Para mí, el diaconado permanente, tiene una triple misión y queda establecida en la constitución promulgada en el Concilio Vaticano II, la  Lumen Gentium: la Palabra, la Caridad y la Liturgia. Son tres palabras claves, tres misiones a realizar en nuestra querida Iglesia diocesana.

En este sentido quisiera subrayar tres aspectos que, como diácono permanente, puedo aportar a la Iglesia diocesana de Toledo. El primero de ellos es el servicio porque el diácono permanente es signo de la diaconía de Cristo y de su Iglesia. En este sentido, el diácono permanente por ser signo de Cristo “diácono del Padre” , debe asumir de manera eminente la acción pastoral de opción preferencial por los pobres, por los que sufren y por los marginados.

El segundo aspecto es la secularidad porque dejaré de ser laico y pasaré a ser un ministro ordenado. El diácono permanente forma parte del mundo jerárquico, pero sociológicamente sigue inmerso en la vida secular. El diácono permanente ha de evitar la tentación de “distinguirse” y llevar una vida aparte de los demás. Por ello comprendo que estoy llamado a una mayor capacidad de vivir, sintonizar, compartir y asumir la vida de la gente común.

Los diáconos permanentes por ser personas más cercanas a la vida diaria y en general esposos y padres, pueden inspirar una mayor confianza en todo lo referente a la pastoral matrimonial y familiar.

Y por último, la colaboración. Esta acción colaboradora se realiza en primer lugar en la evangelización en todas sus formas: catequesis, predicación, animación de grupos, liturgia, matrimonios, jóvenes etc. El diácono permanente es el principal colaborador del presbítero en lo referente a la pastoral sacramental: ayudando en la liturgia, en el culto dominical, en la celebración del bautismo y del matrimonio, en la distribución de la Eucaristía y el Viático, asistiendo en las exequias, etc.

 

P: ¿Qué le diría a los varones que se puedan plantear el diaconado permanente en su comunidad de fe?

R: Que no tengan miedo ni se cierren a la llamada que pueda hacerles el Señor a seguirle más de cerca desde el ministerio diaconal. Que sean generosos ante la” novedad” de Dios en sus vidas desde su llamada. Les repetiría las palabras del Papa Benedicto XVI cuando dice: “¡No tengáis, miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida.” También les diría que pongan toda su confianza en el Señor, Él es el que actúa siempre.

¿Merece la pena? Por supuesto que merece la pena. Cuando seguimos el sueño de Dios en nuestra vida, es decir, realizar la voluntad de Dios en nuestra existencia, en este caso la llamada al diaconado permanente, encontramos la felicidad verdadera, la bienaventuranza verdadera porque siempre en el servicio, en la entrega a los hermanos necesitados, cuando realicemos nuestra labor diaconal nos encontramos con Él, con el Señor, quien da todo el sentido a nuestra vida. Eso lo descubrió Santa Teresa de Calcuta que muchas veces decía: “El que no vive para servir, no sirve para vivir.”

Para la formación de los diáconos permanentes en la archidiócesis, nuestro Arzobispo, D. Francisco Cerro, nombró una comisión diocesana que le ayuda en la tarea de formación de los candidatos. El responsable de la comisión es D. José-Fernando González Espuela, Vicario Episcopal de la vicaría de Toledo y párroco de Santa Teresa de la ciudad de Toledo.

 

Cristóbal Bargueño junto a su esposa e hijas

 

P: ¿Cuál es su mensaje para la comunidad diocesana de Toledo?

R: El mensaje no es mío, sino que recojo lo que nos transmitieron nuestros pastores, nuestro querido Arzobispo D. Francisco y nuestro querido Arzobispo emérito D. Braulio.

D. Francisco, como Pastor diocesano, al inicio de la homilía de la misa del pasado 31 de octubre, en la que los cinco candidatos recibimos el rito de admisión, manifestaba como “gesto profético” el hecho de la instauración del diaconado permanente por D. Braulio en nuestra querida archidiócesis toledana y definía el diaconado permanente como el ministerio de la identificación con Cristo diácono.

Mi mensaje es el dar gracias a Dios por la instauración del ministerio diaconal de forma permanente en nuestra Iglesia que camina en Toledo; de aceptarlo como un don, una “brisa suave” del Espíritu del Señor, del Espíritu Santo que permanece siempre en la Iglesia.

En esta línea deseo terminar con las palabras de D. Braulio en el directorio para el diaconado permanente: “La Iglesia diocesana de Toledo quiere agradecer profundamente a su Señor Jesucristo el don de este ministerio ordenado a la hora de la introducción en ella del diaconado permanente. Y pide al Señor discernimiento y sabiduría para la formación de los posibles candidatos, de modo que puedan servir a las distintas comunidades cristianas.”

 

P: Por último, supongo  que muchas personas, en la vida de los candidatos al diaconado permanente, cobran una especial relevancia en el itinerario vocacional. ¿Qué les diría a todos ellos?

R: Aquí me constituyo en portavoz de todos los candidatos al diaconado permanente de Toledo. Primeramente dar las gracias a Dios, a nuestros Pastores D. Francisco y D. Braulio, por todo lo que han realizado y realizan por el diaconado permanente; también a nuestras esposas, a nuestras hijas, hijos, familias por su entrega y generosidad.

Igualmente, dar las gracias a Dios por D. José Fernando como responsable de la comisión al diaconado permanente y a todos sus componentes por su labor y acompañamiento en nuestro caminar; también por nuestros párrocos y comunidades cristianas de referencia por compartir la fe con nosotros.

Dar las gracias a Dios por todo el pueblo de Dios que camina en nuestra Archidiócesis de Toledo y a todas las personas que nos estáis leyendo.

Termino solicitando un favor: que recéis por este indigno y pobre pecador que soy yo, pero que pone toda su confianza en el Señor ante su llamada.

 

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