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Don Braulio en la fiesta de la Inmaculada: “El cristianismo es la respuesta desbordante de la suprema libertad”

La Catedral Primada acogía el pasado domingo, 8 de diciembre, la solemne concelebración eucarística con motivo de la fiesta de la Inmaculada Concepción. La Misa fue presidida por el Arzobispo de Toledo y Primado de España, Mons. Braulio Rodríguez Plaza. Junto al Primado concelebró el obispo emérito de Segovia, Mons. Ángel Rubio Castro. Igualmente, participaron los miembros del cabildo catedralicio, junto a los formadores de los Seminarios Diocesanos y los seminaristas.

El Arzobispo comenzaba glosando la figura de María, la Madre de Dios: “María es para mí, ante todo, la Madre de mi Señor Jesucristo, a quien he tenido la dicha de conocer porque Él se me ha mostrado en la Iglesia. Con esto me basta para saber que la Virgen es muy importante para los cristianos y para toda la humanidad. Cuando tienes la gran suerte de conocer por dentro a Jesucristo, rápidamente aparece junto a Él Santa María, María de Nazaret, y vas poco a poco cayendo en la cuenta de lo que Ella es.”

Igualmente, Don Braulio insistía en la necesidad de fijarnos en María para entender el misterio de la salvación: “El que quiera ser admitido en esta herencia debe sumergirse en esta fuente y en su misterio inagotable. ¿Qué significa esto? Que para nosotros la relación con Dios pasa por lo que ha sucedido entre este Niño y su Madre.”

 

María Inmaculada vence al pecado

Mons. Rodríguez Plaza explicaba de manera concreta lo que supone la celebración de esta fiesta mariana: “No estamos ante una cuestión baladí, o quisquillosa, y mucho menos una fiesta rancia, donde se habla de pureza, de Virgen Inmaculada, de amor puro, absolutamente alejado de la realidad social que estamos viviendo. Sería, pues, una muestra más, nos diría una progresía insensata, de lo alejado que está la Iglesia de los problemas reales.”

“Porque en esos análisis no aparecerá nunca, por ejemplo, que el pecado es la mayor de las desgracias que atenazan a la humanidad. Los que no tienen fe en Jesús quizás siguen pensando que son otros y más serios los problemas humanos: la defensa de la salud, la economía, la gestión del poder, el subdesarrollo, los desequilibrios ecológicos, etc. Y ciertamente lo son, pero la cultura dominante no aceptará jamás que el ser humano es un ser herido en su interior” subrayó el Primado.

Don Braulio recordaba la necesidad de tener presente la realidad del pecado a pesar de la cultura imperante que evita hablar de ello: “La cultura imperante para nada cuenta con esta realidad del pecado y no puede, por ello, aportar nada fuerte a los problemas más serios de la humanidad fuera de leyes externas, que a lo más coaccionan por la fuerza, aunque sean consecuencias de leyes aprobadas por mayorías en los Parlamentos del mundo.”

 

La auténtica libertad

A continuación, Don Braulio apuntaba hacia la importancia de entender el verdadero sentido de la libertad: “Nuestros niños, adolescentes y jóvenes en su mayoría creen, por influencia de la cultura dominante, que son libres cuando escogen lo efímero, lo que apetece, lo que no responde a la realidad buena, bella y verdadera. Y eso se presenta como moderno, y lo que digan los padres, los educadores o la jerarquía de la Iglesia es antiguo y desechable.”

Y proseguía, en este sentido, explicando lo que significa el valor sagrado de la vida, además de exhortar a vivir la auténtica libertad: “Evidentemente, yo no decido darme la vida a mí mismo. ¿Será libertad, entonces, decidir la propia muerte? Pues muchos los creen entre los católicos y ese es el panorama que se va imponiendo, si no reaccionamos con la libertad de María, la sin pecado. ¿Acaso no será libre la Virgen por no haber pecado? En la lógica del relativismo moral ciertamente que no lo sería. Pero frente a ese panorama de soledad brutal de una libertad mal entendida, el cristianismo –es decir, Dios hecho hombre en las entrañas de una doncella de Nazaret- se nos ofrece a todos y cada uno de los seres humanos como la respuesta desbordante de la suprema libertad, y la posibilidad de una vida que lucha por la bondad, la verdad y la belleza de nuestra vida. ¿Es esto posible o es meta inalcanzable?”

El Arzobispo Primado concluía acudiendo a la intercesión de María Inmaculada: “Madre del Salvador, Virgen fecunda, Estrella del Mar, ruega por nosotros, pecadores, que confiamos en ti.”

 

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