Los seminarios mayor y menor han celebrado, este domingo 9 de noviembre, la tradicional y anual fiesta de “El Reservado”; celebración eminentemente eucarística que rememora el día en que la Eucaristía quedó reservada, por vez primera, en los sagrarios de ambas instituciones diocesanas.
Los actos daban comienzo en la tarde del sábado, 8 de noviembre, con el rezo de las primeras vísperas, presididas por el sacerdote D. Gerardo Ortega Gutiérrez, canónigo de la Catedral Primada, quien recordaba sus vivencias respecto a esta celebración centenaria.
La jornada del domingo, 9 de noviembre, daba comienzo con la solemne Misa presidida por el obispo auxiliar y secretario general de la Conferencia Episcopal, Mons. Francisco César García Magán, quien invitaba, en su homilía, a hacer memoria agradecida por esta celebración eucarística que “llama a unir la vida en configuración con Cristo”.
Igualmente, Mons. García Magán subrayaba la importancia de vivir siempre en comunión con el Santo Padre, en el contexto de la fiesta de la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán y también la necesaria comunión con el Obispo, en la celebración de la jornada del Día de la Iglesia Diocesana que las diócesis españolas llevan a cabo en el segundo domingo del mes de noviembre.
El Santísimo Sacramento quedaba expuesto en la custodia para los turnos de adoración eucarística llevados a cabo por los seminaristas mayores y menores, junto con formadores, profesores y familias.
Aniversario de la audiencia con el papa Francisco
Las segundas vísperas fueron presididas, en la tarde del 9 de noviembre, por el arzobispo de Toledo, Mons. Francisco Cerro Chaves, quien parafraseaba las palabras que el papa Francisco dedicó a las seminaristas, con motivo de la audiencia concedida el 7 de noviembre de 2024.
Don Francisco insistió en la necesidad de “vivir la Eucaristía celebrada, adorada y procesionada”, además de recordar que “el Seminario es un tiempo propicio para tener una formación integral que tenga como fundamento una fuerte vida espiritual”. Igualmente, exhortaba en acudir a la Virgen María, quien “configura el corazón sacerdotal”.
Una vez concluido el rezo de Vísperas, se desarrollaba la procesión eucarística por los claustros de ambos seminarios, que contó con un numeroso grupo de sacerdotes y religiosos, a los que se sumaron numerosos familiares de los seminaristas.
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