La Iglesia de san Ignacio, en la ciudad de Roma, acogía este miércoles, 4 de junio, una misa de acción de gracias por el centenario del nacimiento del Padre Luis María Mendizábala, SJ. Este templo era el lugar donde el jesuita confirió el sacramento de la Penitencia, durante años, mientras que ejercía la docencia en la Pontificia Universidad Gregoriana, desde 1956 a 1966.
Participaba un grupo de sacerdotes de la Archidiócesis de Toledo, acompañados por otros presbíteros y religiosas siervas de María, junto a fieles residentes en la capital italiana.
La concelebración eucarística, desarrollada en el altar dedicado a san Luis Gonzaga, fue presidida por D. Salvador Aguilera López, quien trabaja como oficial en el Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Junto a él, participaban, los sacerdotes D. Adrián Moreno de las Heras, alumno de la Pontificia Academia Eclesiástica; D. Víctor Carmena García-Bermejo, doctorando en el Pontificio Instituto Patrístico Agustinianum; D. Juan L. Pollicino Martínez; y D. Miguel Ángel Dionisio Vivas; a ellos se unieron un sacerdote de la archidiócesis de Sevilla y otro de la diócesis de Porto – Santa Rufina (Italia).
En la homilía, versada sobre la primera lectura del miércoles de la VII semana de Pascua (Hch 20, 28-38), Aguilera hacía una exégesis de las palabras que el apóstol Pablo dirigía a los efesios y, al mismo tiempo, hacía una lectura del mismo a la luz de la vida de este hijo de la Compañía de Jesús:
«Parece hacer eco a la vida del Padre Luis María, fiel hijo de la Compañía de Jesús, que quería imitar la militancia de san Ignacio… anunciando el santo nombre de Cristo y, así, evangelizando para que muchos pudieran alcanzar la heredad eterna del Reino de los Cielos. Para eso era necesario vivir sin nada, ya que se tenía al “Todo”, a Cristo», afirmaba el presbítero toledano.
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