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“Yeshúa, un cuento para cada Navidad”. Escrito dominical de Mons. Cerro

Archidiócesis de Toledo

Don Francisco Cerro Chaves, Arzobispo de Toledo, centra su escrito dominical, de este domingo 21 de diciembre, en la Navidad y lo titula “Yeshúa, un cuento para cada Navidad”.

A continuación se reproduce el texto íntegro del escrito del Arzobispo de Toledo:

Hacía frío, la nieve acompañaba las pocas cosas que todavía no estaban
destrozadas. Era crudo invierno, el invierno más triste en una historia de guerra, muerte y destrucción. Un matrimonio caminaba a pie, con un niño que llevaba la madre en sus brazos. La madre se llamaba Mirian y, de vez en cuando, lo ponía en manos de Yosef, que era el nombre de su esposo. El nombre del niño era Yeshúa (Yahvé salva). El niño había nacido en la intemperie y buscaban un hospital. No encontraban nada ni a nadie. Venían de muy lejos, su hijo había nacido en un pesebre y necesitaban de todo para poder subsistir.

De pronto, sin saber por dónde, en una de las calles destruidas, apareció un pastor con unas cabras. Les ofreció un poco de leche y les dijo que fueran con él, que estaba protegido en un refugio, a la espera de que cesase la violencia.
Caminaban y lo que veían era un panorama completamente devastado. No había por dónde mirar. En el refugio había otros pastores que, con sus ovejas y cabras, se habían guarecido de una guerra que había destruido todos los hogares y en la que habían muerto miles de niños. Viviendo en la interperie, los que quedaban solos invocaban a Dios para que los protegiese.

Les hicieron un lugar. El niño era hermoso. Fue una ocasión para la alegría de aquellos que, un poco antes, solo se encontraban bombas, destrucción y muerte. Se hizo el silencio en el refugio.
Y llegó la noche estrellada. El Niño se quedó dormido. Mirian y Yosef volvían a recordar lo que habían vivido en Belén de Judá. Pero sabían que si habían recorrido un largo camino era para parar todas las guerras y conflictos. Aquel Niño pequeño era el Príncipe de la Paz. Vino a los suyos y los suyos no le reconocieron.
Volvieron a escucharse, como en la primera Navidad, unas voces de ángeles: «Y en la tierra paz a los hombres».

Aquellos pastores, en la noche pudieron percibir la Paz que traía aquella familia, que les supo a esperanza, a gloria. No se lo podían creer. Los que sufren las guerras son los pobres más pobres de la humanidad. Sólo con la paz se reconstruye la vida y renacen los pueblos. Se vuelve a comenzar. Se vuelve a estrenar una vida llena de ilusiones y esperanza. Se mira a los niños, a los hijos, con la esperanza de que otro mundo es posible y de que han vuelto a volar las palomas de la paz. Navidad con Yeshua, Mirian y Yosef, quienes, con las armas del Amor, habían espantado la violencia que provocan las guerras que matan la esperanza.

 

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